Jonathan Colbert – EE.UU

Los círculos concéntricos de Kadinsky
Vemos en nuestro mundo tantas disputas amargas, aparentemente insuperables, tipo Caín y Abel, entre, no sólo, por ejemplo, los israelíes y los palestinos, sino también entre India y Paquistán, entre las dos Coreas, los dos Sudán, las dos Irlandas, los Protestantes y los católicos, los chiítas y los sunnitas, la Izquierda y la Derecha. En contraste, este único y pionero Movimiento Teosófico nuestro, que mira hacia adelante, es el primero en organizarse en base a unos principios abstractos y universales – muy por encima de las diferencias de casta, género, credo, raza o nacionalidad. Concentrándose, en cambio, en la solidaridad incondicional entre los miembros de la raza humana como un todo, este movimiento muy bien podría ser la última y mejor esperanza de la humanidad para endulzar la amargura y curar las heridas profundas de nuestro mundo. Igualmente reconocemos como Teósofos que nos corresponde a nosotros esta tarea de unificación, de llevarnos bien. Tenemos una especial responsabilidad de apoyar a todos los teósofos, sin tener en cuenta las aparentes separaciones tribales. Sólo por conocer el ideal sagrado de la Fraternidad Universal, ya sentimos que nos corresponde el deber de ejemplificarlo.
Cuando los teósofos, sobre todo de organizaciones diferentes, se comprometan a trabajar juntos, van a surgir inevitablemente unas fuerzas poderosas cuyo objetivo será perturbar y crear conflictos. Debido a los saltos cuánticos, tipo laser, que son posibles cuando las supuestas diferencias se dejan de lado en pro de un círculo más grande, y debido al potencial que puede llegar a ser cinético por el aumento de una corriente creada por la convergencia de afluentes, las fuerzas de la inercia serán mucho más visibles. Además, en el grado en que los motivos de tal cooperación sean puros y desinteresados, y el deseo de servir a la humanidad sea realmente fuerte, en ese mismo grado despertarán las fuerzas groseras de la detracción, de la desestabilización y la duda. La fraternidad en acción, al ser esencialmente revolucionaria, representa un desafío directo a la zona de confort del status quo anterior. Si las organizaciones Teosóficas llegan a poder trabajar juntas, los individuos que forman parte de cada una de ellas tendrán que recurrir a facultades igualmente revolucionarias dentro de sí mismos: las fuerzas de la magnanimidad incondicional; las fuerzas de la imaginación creativa y ese poder que los verdaderos servidores de la humanidad desean fervientemente, y la capacidad de aparecer como la nada ante los ojos de los demás.