Boris de Zirkoff - EE. UUA
La Vida Universal, en todas sus miríadas de formas y aspectos, fluye constantemente. Inalterable en su esencia fundamental, experimenta un cambio externo perpetuo. En cuanto una de sus manifestaciones temporales adquiere rigidez, empieza el deterioro, que no es sino otro aspecto de la vida, que disuelve aquella forma ya gastada, para poder construir otra nueva y más adecuada.
Dondequiera que haya flexibilidad, optimismo, interés dinámico, visión, una búsqueda de lo desconocido, el impulso de crecer y desarrollarse, y el entusiasmo que escala nuevas alturas e intenta lo aparentemente imposible, hay también juventud y esperanza y un amplio camino hacia todo lo futuro aún no nacido.
Dondequiera que haya rigidez, pesimismo, indiferencia, miedo a lo desconocido, frustración y fatiga mental, duda, ansiedad y falta de visión, apego a las rutinas establecidas y a los esquemas repetidos de pensamiento, cristalización de métodos y nuestras amadas tradiciones que obscurecen los horizontes lejanos del futuro, existe también vejez, deterioro, senilidad y pérdida de esa llama de vitalidad tan esencial para todo desarrollo y todo crecimiento.
Y así es con el movimiento Teosófico. Su vida esencial debe reconstruir constantemente sus formas temporales, apartar a un lado las tradiciones inútiles, revitalizar sus múltiples canales, mantener la flexibilidad de sus vehículos y moldes, buscar nuevas formas de manifestación, métodos de crecimiento no probados y profundidades de experiencia no sondadas, y tratar de alcanzar constantemente horizontes mayores y más amplios donde están escritas con letras de fuego las esperanzas y los sueños más nobles de la raza humana. Si no se cumplen estas condiciones, aunque sea en parte, el movimiento Teosófico en su forma presente tendrá que rendirse ante otras corrientes, ante otros movimientos de conciencia, que emanan de la misma fuente eterna de toda la vida de este planeta, la fuente de su juventud perenne, de donde surgen las corrientes vivificantes del espíritu que nutren el organismo espiritual de la humanidad.
En el trabajo que estamos haciendo en todo el mundo, necesitamos la ayuda de los que son jóvenes, tanto de cuerpo como de corazón y mente. Sin ellos, el movimiento acabará moribundo, estancado, sectario, y cristalizado. Con ellos, mantiene su resistencia, su flexibilidad, y su impulso necesario de pensamiento y emoción. No olvidemos nunca que cuando la Sociedad Teosófica actual fue creada por los Fundadores originales, H. P. Blavatsky tenía 44 años, el Coronel Henry Steel Olcott 43, y William Quan Judge ¡sólo 24!
La forma estructural externa del movimiento Teosófico organizado necesita un rejuvenecimiento. Aunque sigue vigente en la validez espiritual de su mensaje, sus objetivos declarados y sus métodos de trabajo no tienen ningún contacto vital con el espíritu de la época actual. Se nos exige dar un intrépido salto adelante, tanto en pensamiento como en acción, pero el liderazgo iluminado para hacer ese cambio brilla por su ausencia.
En medio de una escena nebulosa y de las sombras de tradiciones ya caducas, buscamos luces nuevas y más radiantes en los horizontes lejanos de nuestras esperanzas eternas.
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