Theosofia Viviente ¿Cómo podemos hacer de la Teosofía una fuerza viviente en nuestro Mundo?

Preethi Muthiah – India

 

 

Sencillamente, la respuesta a la pregunta del título es “viviendo las enseñanzas.” Un corolario, sin embargo, sería “¿Qué significa vivir la Teosofía?”

En un mundo que está en gran parte dividido, por las religiones, razas, géneros, o por la riqueza material, la Teosofía tiene un mensaje muy relevante que dar al mundo, pero antes de poder hacerlo, nosotros, que somos sus ‘abanderados’, debemos vivir las enseñanzas al nivel más personal. Vivir esas enseñanzas no implica que no tengamos problemas, sino que, cuando luchamos cuerpo a cuerpo con nuestras imperfecciones, también aprendemos a ser indulgentes y tolerantes con las de los demás. Los escollos que nosotros encontramos son más grandes porque tenemos un  gran almacén de conocimientos a nuestra disposición y por eso podemos presumir mucho de estudios, ignorando, en el proceso, las pequeñas cosas que son las que cuentan.
La más esencial de las cosas que cuentan es nuestra relación con los demás. ¿Estamos abiertos al cuestionamiento, e incluso, a la crítica de los demás? ¿O nos cerramos a ellos cuando parecen discrepar con nosotros?  Al observar nuestra relación con los demás a un nivel más profundo y personal, deberíamos comprender que, si no tenemos una relación sana con nosotros mismos, no podemos tenerla con otra persona. O sea que necesitamos descender hasta lo más fundamental y hacer cambios al nivel más inferior antes de esperar convertir a la Teosofía en una fuerza viva en el mundo. La pregunta que debemos hacernos básicamente es: ¿Cuánto cómodo me siento yo mismo?

Esta pregunta no es un juicio crítico, sino una pregunta de hecho, en el sentido de sentirnos cómodos con nuestros propios defectos, debilidades, fuerzas, y capacidades, con todo lo que forma parte de nosotros en este momento. En general, nos sentimos cómodos y llegamos a disfrutar con nuestros puntos fuertes y nuestras capacidades, pero nos encogemos ante la simple mención de  nuestros defectos y debilidades. Y para añadir a este cisma, está el hecho de que tenemos el ejemplo ideal que los Maestros del Mundo nos han dado, y lo que deseamos es darnos prisa para llegar a su estado sin haber vivido ni experimentado plenamente la etapa humana. Esto significa que la mayoría estamos a medio madurar o a medio ‘cocer’.

La otra parte de este enigma es que tendemos a pensar en el estado de los Maestros como si se tratara de una serie de comportamientos, cuando no se trata en absoluto de eso. Así, por ejemplo, Buda dijo “Sed compasivos,” algo que la mayoría interpreta como “comportaos compasivamente.” Pero como el mero comportamiento compasivo no es una realidad interior y no incluye a uno mismo, se trata de una falsa compasión, si es que tal cosa existe. La compasión no es una serie de comportamientos, sino que consiste más bien en llegar a un estado de ser desde el que la acción compasiva emana como un torrente natural. El acto compasivo es quién es la persona. En otras palabras, la acción o el comportamiento compasivo fluyen de un ser compasivo. Lo mismo puede decirse también de las otras virtudes.

Para dilucidar mejor este punto, veamos lo que ocurre cuando alguien hace algo que nos duele. Despotricamos y lloramos por la confianza traicionada. En medio de esto, de repente recordamos las palabras de Un Sabio y tratamos entonces de adoptar lo que consideramos un comportamiento adecuado. Pero este ir y venir habitual entre los dos polos del sentimiento de dolor y resentimiento, por una parte, y el intento por cumplir con las palabras de un Maestro, por otra, nos causa una desintegración profunda.

La próxima vez que os hagan daño, tratad de aceptar ese daño, quedaros con él, y ved lo que pasa. Yo he descubierto que mi parte dañada se siente escuchada, cuidada y respetada, no por alguien ajeno, sino por mí, interiormente, lo cual es muy sanador. Cuando me acepto por la persona que soy, acabo sintiéndome cómodo conmigo mismo. Cuanto más cómodo estoy conmigo, más fácil me resulta, por una parte, aceptar la crítica y, por la otra, ayudar realmente a alguien que esté pasando por una lucha interna. De modo que sentirse cómodo consigo mismo no significa ignorar nuestros defectos, sino saber que somos dignos de amor y respeto a pesar de ellos. No estoy hablando de un rechazo al cambio, sino más bien de un cambio que iremos haciendo con amor y atención. El amor y la atención son esenciales para cambiar; si faltan, sólo queda la resistencia, que no es vida.

Cuanto más cómodos nos sintamos con nosotros mismos, más integrados estaremos. En esta integridad interna, encontramos el amor, la sabiduría, la compasión, la energía, y la belleza, que coexisten con nuestras imperfecciones humanas. Esta integridad tiene el poder de curar y de inspirar. Vivir desde este estado, forma parte de “vivir las enseñanzas.”

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http://www.theosophyforward.com/index.php/the-society/292-living-theosophy--how-can-we-make-theosophy-a-living-force-in-our-world.html