Crimen y castigo

[Este artículo apareció en la edición de diciembre de 2012 de The Theosophical Movement. Para más artículos publicados en esta excelente revista seguid este enlace: http://www.ultindia.org/previous_issues.html]

El terrorista Paquistaní Ajmal Kasab, la única persona armada que sobrevivió, fue condenado por un juez especial, en mayo de 2010, en la ciudad de Mumbai (India) por el asesinato directo de siete personas y por el intento, junto con otro terrorista, de matar a otras 65. El 22 de noviembre de 2012 la nación despertó con la noticia de que Kasab había sido ahorcado después de que el presidente de la India rechazase la petición de clemencia de Kasab. La reacción general de la gente fue que la ejecución había puesto fin al trauma provocado por el ataque terrorista del 26 de noviembre de 2008. La ejecución provocó muchas y variadas reacciones. Algunos pensaban que por fin se había hecho justicia o que se había rendido tributo a los héroes muertos. Hubo casos aislados de personas que expresaron lástima y compasión por el terrorista ejecutado.

Yug Chaudhry,  abogado de Mumbai, comenta que el Artículo 72 de la Constitución de la India contempla la capacidad del Presidente de la India para otorgar clemencia al reo incluso después de que el sistema judicial haya confirmado la pena de muerte. Solamente en los delitos más raros, los que son realmente imperdonables, el delincuente puede optar al perdón y a la clemencia. Paradójicamente, el hecho de que Kasab hubiera cometido un delito imperdonable era lo que le permitía optar a la clemencia.” Clemencia y perdón son actos de gracia….Darle a alguien lo que se merece o aquello a lo que tiene derecho no es clemencia, es una recompensa sin implicaciones de gracia alguna…. No merecemos piedad, la necesitamos. Creo que todos nosotros – los mejores y los peores- estamos necesitados de piedad, y sólo siendo piadosos nos hacemos moralmente merecedores de recibir esa piedad. Sin la piedad, nuestra sociedad seria inhumana y empobrecida, ya que la piedad es en esencia una cualidad humana, no encontrándose en ninguna otra parte del mundo natural … La piedad modera la justicia, la hace menos exigente, más humana,” escribe Chaudhry. (En el Mumbai Mirror del22 de noviembre de 2012)

Es importante tener en cuenta que estos nobles sentimientos mencionados antes fueron expresados por un abogado, y no son un mero tópico piadoso. Podríamos recordar que durante el ataque terrorista del 26 de noviembre de 2008, muchos fueron asesinados y otros muchos mutilados de por vida. Uno de ellos fue una ciudadana americana, profesora de meditación y exitosa corredora de maratones, que perdió a su hija de 13 años y quedó gravemente herida. A pesar de tener que desplazarse con ayuda de un andador, confiaba en que Ajmal Kasab no fuera condenado a muerte, porque para las víctimas de los ataques hubiera sido un consuelo pensar que un terrorista como Kasab acabaría transformándose. Tal vez estaba descarriado. Jesús en la cruz perdonó a las almas descarriadas, así que ella también le perdonó y ¡rezaba por él cada día!

Verdaderamente, errar es humano, pero perdonar es divino, especialmente cuando una persona corriente acaba perdonando un daño muy grave. El perdón ayuda tanto a la víctima como al malhechor a curarse más rápido. Perdonad, perdonad y olvidad mucho, dice H.P.B. en su artículo, “¿Es un deber denunciar?” H.P.B. señala que denunciar es un deber a la verdad, y  nuestro deber es el de denunciar sistemas y organizaciones, males sociales y religiosos, pero no a los individuos, que son sólo hijos de su propio siglo,  víctimas de su entorno. “Condenar y deshonrar a un hombre en vez de compadecerle y tratar de ayudarle, cuando es un leproso, por haber nacido en una comunidad de leprosos, es como maldecir una habitación porque está oscura, en vez de encender en silencio  una vela que disperse la penumbra,” escribe H. P. B.

Se nos pide “condenar el pecado y no al pecador.” Pero disociar el pecado del pecador es muy difícil. Tendemos a etiquetar a la gente por sus más pequeños errores y transgresiones. Deberíamos estar dispuestos a mirar a la persona de una forma nueva. Tendemos a pensar, “pecador una vez, pecador para siempre.” Para cambiar este modo de pensar hemos de empezar poco a poco, perdonando y olvidando, es decir, sin resentimiento contra otro por el mal que nos han hecho. A menudo, estamos dispuestos a dar otra oportunidad a un amigo por una falta grave. Ciertamente, estamos dispuestos a dar una segunda oportunidad a nuestros hijos, hijas, hermanas y hermanos. Recordemos que no todos los delitos son premeditados. A veces, se cometen por impulso, sin pensarlo, y la persona se arrepiente realmente. “Hemos de aprender a mirar con inteligencia en el corazón de los hombres.” La separatividad no existe como tal porque en los planos internos del ser estamos todos unidos. No podemos aislarnos de los necios y de los malvados, porque el mundo en el que hoy vivimos es el mundo que nosotros hemos fabricado.

Estamos todos unidos en los planos internos e invisibles, y nos afectamos continuamente los unos a los otros con nuestros pensamientos, sentimientos y actos. Es difícil decir que parte del karma de otra persona es estrictamente resultado de su propia fabricación. Hemos contribuido a la fabricación de la humanidad tal y como la encontramos hoy. Conocemos la historia de aquel rey oriental que tenía un hijo, y este hijo cometió una mala acción, cuyo castigo era el de morir aplastado por una  roca muy grande. Pero vieron que ese castigo no repararía el daño causado ni le daría al delincuente la posibilidad de ser mejor persona, y por eso los asesores del rey aconsejaron romper la roca en pequeños trozos que le tirarían mientras él pudiera soportarlo, de modo que sufriría pero no moriría. El consejo de H. P. B. es que las leyes humanas deben ser restrictivas y no punitivas, porque no tenemos la sabiduría para asignar el castigo adecuado, un castigo que pueda darle a la persona la posibilidad de arrepentirse y superarse.

La razón oculta por la que la Teosofía está en contra de la Pena Capital es que un criminal ejecutado, aunque físicamente muerto, sigue vivo astralmente. Está lleno de sentimientos de odio hacia la sociedad y hacia todos los responsables de su juicio y ejecución; y también tiene fuertes deseos de venganza. Puede inyectar pensamientos delictivos en la mente de algunas personas sensibles y mentalmente débiles e incitarlas a cometer delitos. Por eso oímos hablar de casos en los que una persona débil comete repentinamente un delito, aparentemente arrastrada por alguna fuerza exterior. Mientras está en su cuerpo físico, el criminal es capaz de influir sólo en unos cuantos, pero después de muerto, mientras vive en el cuerpo astral, su área de influencia no tiene límites.

La clemencia no es lo opuesto a la Justicia y  la mayor justicia viene a ser lo mismo que la mayor misericordia. Sin embargo, esto sólo se aplica a la ley del Karma, y no a la ley de los hombres. Nuestro concepto de una ley misericordiosa es la ley que perdona nuestros errores y nos permite escapar de las consiguientes consecuencias. El aspecto de "clemencia" en la ley del Karma consiste en que, a diferencia de la ley humana, nos da innumerables oportunidades para mejorar. A menudo nos encontramos con circunstancias fuera de nuestro control. La ley del Karma tiene en cuenta todas las “circunstancias atenuantes.” El karma es acción y reacción. Sin embargo, esta reacción no es mecánica, sino que tiene en cuenta el motivo, el estado interno de la persona y el peso de su Karma anterior. Otro significado que tiene la clemencia es el de la compasión. La compasión es un amor universal omniabarcante que aspira al bien “Universal”. La compasión es el aspecto de la ley que desea el crecimiento de cada ser, aunque ello implique sufrimiento. Debemos aprender a imitar la Ley. Cada vez que tengamos la tentación de condenar, debemos recordar que el estado interno de la persona es sólo conocido por la Ley del Karma. Cuando vemos a un ser malvado, deberíamos verlo como alguien que lleva unas botas muy pesadas por el barro y deberíamos darle la mano para ayudarle a salir de esa situación.

H. P. B. parece sugerir que un criminal es como un leproso nacido en una leprosería. Nadie nace criminal, y la sociedad o las circunstancias son también responsables de convertir a una persona en lo que es. El terrorismo obedece en gran parte al nombre de la religión y nace de una interpretación falsa y literal de conceptos espirituales muy elevados. La percepción de uno mismo y de la propia comunidad como víctimas despierta nuestra ira. Debemos tratar de entender los antecedentes del criminal. Ajmal Kasab ha sido considerado como un fanático religioso. Sin embargo, un Teniente general jubilado del ejército indio, V. G. Patankar, anteriormente  Comandante del Cuerpo en Cachemira, escribe que más que el fanatismo religioso, es la pobreza lo que empuja a los jóvenes a las actividades terroristas. Ajmal Kasab,  herido en una cama de hospital, admitió no saber muchas cosas de la yihad (la guerra justa), pero dijo que se había unido a los terroristas sólo para conseguir dinero con el que ayudar a su pobre familia. Patankar comenta haber escuchado argumentos parecidos de terroristas capturados en el valle de Cachemira. “Eran jóvenes adolescentes o veinteañeros, generalmente sin trabajo, algunos con una educación rudimentaria y otros analfabetos, pero casi siempre de familias desvalidas. El típico terrorista joven solía pertenecer a una familia numerosa con escasos medios; uno entre varios hermanos, con sólo una o dos personas para traer el pan a casa, en el mejor de los casos,” escribe Patankar (The Times of India, 23 de noviembre de 2012).

¿Quién es el culpable de la injusticia económica? Hoy en día, un gran número de personas sufren miseria y pobreza, y a menudo sus facultades espirituales están casi durmientes. En el extremo opuesto de la escala vemos una riqueza sin sentido y una indulgencia egoísta. H. P. B. atribuye tal disparidad al abandono del deber social por parte de aquellos que "tienen" la riqueza y el conocimiento hacia los que “no lo tienen.”

¿Cuál es el mejor método para reformar a los delincuentes? Se ha considerado que la rehabilitación, el encarcelamiento y los programas de rehabilitación religiosos son mejores alternativas que la horca. Lamentablemente, las prisiones, que procuran mejorar el carácter de los presos, tienden en cambio a degradarlo, ya que carecen de empatía. Es verdad que un individuo debe reformarse a sí mismo, pero se le puede ayudar en esa labor. No se puede conseguir ninguna reforma perdurable si no cambia la naturaleza humana. El individuo delictivo necesita una formación apropiada y necesita que se le muestren elevados ideales que puedan provocar un cambio en su actitud mental y moral. El libro, It’s Always Posible-One Woman’s Transformation of Tihar Prison, es una narración de los esfuerzos que hizo la Dra. Kiran Bedi por cambiar fundamentalmente todo el sistema carcelario de la criminalidad a la humanidad en la prisión india de Tihar. La Dra. Bedi empezó a pasear por la prisión y a hablar con los reclusos para conocer sus problemas. Reactivó y amplió la biblioteca, comenzó a dar clases de yoga, y empezó a trabajar en la educación oficial. En 1994 unos mil reclusos fueron introducidos a la meditación  Vipassana, popularizada por el Sr. S. N. Goenka, que abrió la mente de los presos a las bellezas y posibilidades de la vida. Para facilitar que los reclusos tuvieran confianza en sí mismos al final de su condena, se les enseñaron oficios como la fabricación de calzado, la producción de fertilizantes, la serigrafía, la sastrería, la encuadernación y  la fabricación de sobres. Lo más importante es tener la actitud correcta respecto al delito y al delincuente. Como decía el Sr. Winston Churchill, deben producirse “incansables esfuerzos para descubrir los procesos curativos y regeneradores. Hay que tener una fe inquebrantable en el hecho de que en el corazón de cada hombre existe un tesoro, si somos capaces de encontrarlo.”

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http://www.theosophyforward.com/theosophy/749-on-crime-and-punishment.html