Desde aquí hasta allí: Las mujeres y su viaje espiritual

Ananya Sri Ram Rajan – EE. UU

Medley From Here to There 2

De joven, tuve la suerte de pasar cierto tiempo junto al maestro espiritual J. Krishnamurti. “Krishnaji”, como le llamaban algunos, se pasó toda la vida estudiando el YO y la condición humana. Es alguien ampliamente conocido entre sus seguidores por manifestar que “La verdad es una tierra sin caminos”, y también por preguntar constantemente a su audiencia “¿Quién eres tú?” y “¿Por qué estás aquí?” Si bien sus preguntas no eran inusuales para un líder espiritual, su manera de abordarlas era única, porque no daba una respuesta directa. Cuando Krishnaji hablaba, lo hacía sobre la manera de funcionar de nuestra mente. Hablaba de cómo queremos obtener respuestas de los demás y que alguna autoridad nos diga lo que tenemos que hacer. Y él se incluía en esa categoría cuando decía, “No escuchéis al conferenciante, pensad por vosotros mismos”.

Un tema del que Krishnamurti hablaba una y otra vez era el del sufrimiento, por ser algo tan frecuente en nuestra vida. Es interesante ver que muchas mujeres que visitaban a Krishnaji le hablaban de la angustia que sentían ante la pérdida de la pareja, de un hijo, o incluso del padre o la madre. Aparte de la pérdida física de la persona que amaban, el trastorno emocional que esas mujeres sentían se debía muchas veces a la identificación que tenían por ser esposa, madre o hija. El papel que desempeñaban definía quiénes eran. Sin ese papel, no sabían qué lugar ocupaban en el mundo. Su vida giraba en torno al hecho de ser la persona que los otros querían que fuera según los roles que desempeñaban. En otras palabras, existían para los demás; no vivían para sí mismas.

Existe una gran diferencia entre existir y vivir. Cuando vivimos, cuando realmente vivimos, hay una especie de magia en nuestra vida. Nos movemos con el flujo de las cosas y todo acaba encontrando su lugar. Sentimos que todo está en orden en el mundo. Comenzamos a conectar los puntos de nuestra vida y podemos ver cómo nuestras acciones conducen a los acontecimientos que tienen lugar en nuestro entorno. Cuando eso sucede, nos damos cuenta de que somos nosotros los que controlamos nuestra vida. Es un proceso con mucha fuerza y a menudo tenemos una gran sensación de libertad que impera en nosotros. Lamentablemente para la mayoría de nosotros, estos períodos de paz y claridad surgen de forma repentina. No se manifiestan de manera continua. Sin embargo sí que ocurren cuando respondemos a los deseos más fervientes de nuestro corazón y hacemos algo que anhelábamos hacer; o cuando dirigimos nuestra vida por medio de nuestras propias opciones. En otras palabras, no dejamos que los demás decidan por nosotros en lo que respecta a nuestra vida. Cuando lo hacemos, comenzamos a existir para los demás en lugar de vivir nuestro propio viaje.

Con demasiada frecuencia, la pregunta que hacen muchas mujeres, especialmente las que se sienten desconectadas de sí mismas y de su propia vida es, “¿Cómo puedo ir de aquí hasta allí?” Aquí significa que ahora se está desconectado del yo interno y allí significa fluir y estar conectados con el auténtico yo, que a su vez está conectado con la divinidad de la vida misma. La pregunta surge porque creo que las mujeres de hoy en día tienden a estar más ocupadas que nunca. Pero a pesar de su vida agitada, saben que existe algo más de lo que tienen delante. Saben que hay una parte de ellas que está conectada con algo que se mueve más despacio y que les habla con una visión más profunda que la de las conversaciones cotidianas que sostienen, y eso forma parte de algo mucho más silencioso de lo que oyen, porque su vida está continuamente llena de eventos. En medio de los cuidados domésticos, de la cocina y del trabajo fuera de casa, hay algo que les aguarda... pero ¿cómo se llega hasta ello? A continuación presentamos algunas sugerencias que podrían ayudarnos.

Un espacio tranquilo.

El silencio es siempre un buen punto de partida porque es algo muy necesario en nuestra vida y algo que la sociedad actual no nos proporciona. Con demasiada frecuencia estamos conectados mediante el móvil con todo lo que básicamente nos interesa---nuestra capacidad de hablar, de chatear o mandarle correos electrónicos a alguien, de escuchar podcasts o música, o mirar un vídeo. Cuando decidimos dar un paseo para relajarnos, rara vez andamos en silencio o sin mirar el móvil. A menudo estamos conectados con algún tipo de estímulo, por lo que nuestro sistema nunca descansa. Es como estar en una casa donde la TV está siempre a todo volumen. Existe un ruido constante de fondo y nos extraña que nuestra mente no pueda estar tranquila o que nos sintamos inquietos. Esforzarnos por implementar nuestra vida con más silencio es algo que nos puede ayudar.

Crear un espacio tranquilo en nuestro entorno puede, de hecho, tranquilizar una sala entera. Un espacio tranquilo es un lugar en el que no haya estímulos externos. Nada de móvil, iPad, iPod ni otra cosa por el estilo. Nada que pueda distraernos. Y esa es la regla. En ese espacio tranquilo destinado a otro fin, no se permite nada que represente una distracción.

Puede ser divertido crear un espacio tranquilo si uno lo toma en serio. Elegir colores suaves o relajantes nos ayudará. Usar una iluminación suave también influye mucho, junto con una vela perfumada, aceite o incienso, si os gusta la aromaterapia. El ingrediente principal, por supuesto, es el silencio. En un espacio tranquilo, uno se siente tranquilo. Aunque la mente no esté tranquila, se trata simplemente de escuchar el silencio o estar con él. La mente seguirá haciendo lo que ya hace, pero cuanto más practiquemos el silencio, más la mente comenzará a calmarse.

Discernimiento. 

En mi trabajo como terapeuta, hablo con muchas mujeres. Se dice que las mujeres a menudo son el pegamento que une a la familia porque la mujer hace cuánto puede por convertir la casa en un hogar, por mantener la paz y la armonía en la familia, y sacrifica su propio tiempo y energía para ayudar a los demás. Lo he constatado muchas veces, pero es preciso poner un límite a eso. Con demasiada frecuencia las mujeres tienen la sensación de que es responsabilidad suya hacerles felices a todos. Ya sea la relación entre sus hermanos, sus padres, sus hijos o sus amigos, las mujeres hacen a menudo horas extras para asegurarse de que todos sean felices, en detrimento de su propio bienestar.

Una de las lecciones espirituales más importantes (y una de las más difíciles) es aprender a discernir. El término discernimiento, en la espiritualidad, es la capacidad de distinguir lo que es conveniente para uno y lo que no lo es. Es la capacidad de crear distancia y observar lo que funciona y lo que no funciona---sin juzgar nada. Como mujeres, nos quedamos atrapadas en los dramas de otras personas para mostrar de alguna manera que les queremos. Esto ocurre porque a menudo somos la base de apoyo las unas de las otras. Aprendemos cosas hablando con otras mujeres, ya sea nuestra propia madre, nuestras hermanas, primas o amigas. Pero eso también puede llevarnos a compartir constantemente cada cosa que nos pasa y nos quedamos atrapadas en ese tejido de dramas que no tienen nada que ver con nosotras.

Nuestra vida espiritual comienza cuando somos capaces de separarnos y de distanciarnos de lo que nos toca a nosotros y lo que es de los demás. Todos hemos de tomar las riendas de nuestra propia vida. Por eso encarnamos en esta forma física. Estamos aquí para experimentar lo que necesitamos experimentar, aprender de las experiencias y alimentar nuestra propia alma. Podemos aconsejar a otra persona cuando nos lo pide, pero no podemos vivir su viaje. Ni tampoco deberíamos hacerlo. Es un mal servicio a los demás intentarlo siquiera. Tenemos que acabar por dejarlo y fijarnos en nuestro propio crecimiento.

La no reacción. 

Según el pensamiento budista, la ecuanimidad viene de la constante realización de la conciencia de que el mundo físico es transitorio y está en continuo cambio. Nada es permanente. Se dice que cuando seamos capaces de recordarlo constantemente, dejaremos de agarrar o aferrarnos fuertemente a lo que no podemos controlar. Esto, por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo y es más fácil llevarlo a la práctica cuando las cosas van bien. Basta con que algo ponga en peligro la vida de un ser querido para que todo se vaya al traste inmediatamente. Pero por eso se le llama práctica. Puede que no siempre lo hagamos bien, pero cuanto más lo intentemos, mejores resultados obtendremos.

Para iniciar el proceso de avanzar hacia una mayor ecuanimidad en nuestra vida, debemos empezar por no reaccionar. La no reacción enlaza bien con el discernimiento porque nos evita quedar atrapados en los dramas de otras personas. La no reacción no equivale a una falta de afecto hacia la otra persona o hacia un acontecimiento, lo que significa es que en lugar de añadir reacciones a una situación determinada (lo que podría empeorarla), nos esforzamos por estar presentes. Al principio parecerá raro, pero si observamos lo que sucede cuando no reaccionamos, veremos que nuestra falta de reacción puede dejar espacio para que ocurra algo más. Si reconocemos el disgusto de otra persona, pero no lo alimentamos, le hacemos saber que la estamos escuchando a la vez que practicamos el discernimiento.

Éstas son sólo algunas pautas para ayudar a los lectores en los inicios de su camino espiritual. Es importante empezar con lo que le funcione a cada uno. Cuando decidimos emprender el viaje ya no existe ni el bien ni el mal, esa es precisamente su belleza. Brindemos para que tengáis un hermoso viaje.

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http://www.theosophyforward.com/mixed-bag/medley/2645-from-here-to-there-women-and-their-spiritual-journey