Jan Nicolaas Kind – Brasil
Jan en el despacho de sua casa de Brasilia, Brasil
En la edición holandesa de marzo de 2017 de la revista Theosofia (Jaargang 118. Número 1) aparecía un artículo titulado “Consideración” (en holandés “Overdenking”),donde el autor, Saskia Campert, se pregunta si realmente los teósofos están obligados a ser siempre simpáticos, afectuosos o compasivos. En el primer párrafo de su obra Saskia describe el diálogo que tuvo con un compañero Teósofo a quien, por lo visto, le era difícil ser constantemente agradable y sobre todo en el lugar de trabajo le resultaba muy pesado aplicar lo que parece que enfatizan siempre todos los sistemas religiosos y filosóficos, incluyendo a la Teosofía: la bondad, la tolerancia, la no violencia, la paciencia y la eliminación del ego. Más adelante se explica y menciona que los maestros del Zen no son siempre tan cariñosos sino más bien duros y antipáticos con sus discípulos, luego cita a unos cuantos teósofos y al final concluye que, de ser necesario, los teósofos pueden mantener su posición, siempre que se tengan en cuenta ciertos modelos de comportamiento.
Me interesa especialmente la pregunta que hace Saskia sobre la necesidad de ser agradable y afectuoso todo el tiempo y a menudo me he preguntado si, durante mis años de actividad en los círculos Teosóficos, fui capaz de ser un buen ejemplo de tolerancia afectuosa y de bondad o no. Muy a mi pesar debo confesar que probablemente no pasé todas las pruebas cruciales que desafiaron mi comportamiento.
Bondad amorosa
Cuando se trata de ser agradable y mostrar de forma activa la bondad amorosa, creo que no debería haber ninguna diferencia entre lo que pasa dentro de nuestro ambiente Teosófico y lo que a menudo describiríamos como el mundo “exterior”. Hace tiempo la revista Theosophy Forward publicó un artículo escrito por el teósofo islandés, Einar Adalsteinsson, titulado “La Bondad amorosa en Acción”, en el que escribe:
“La bondad amorosa no sólo está presente dentro de cada uno, sino que se encuentra en todas partes. Es lo que mantiene unido al universo. Y eso es lo que tenemos que manifestar en la práctica. Pero parece haber algo en nuestra psique, algo personal, que tapa con fuerza ese estado íntimo y natural de la bondad amorosa.
La mayor parte del tiempo la asfixiamos con nuestros pensamientos y emociones, y no puede brillar. Y tal vez no estemos completamente listos para mostrarla en la práctica cada vez que aparece en la superficie de nuestra conciencia. Preferimos disfrutar de ella en soledad. Tenemos, pues, una tarea doble, la de hacer morar la bondad amorosa no solamente en nuestra mente sino la de ayudarla a iluminar también nuestro entorno”.
Einar da en el clavo, muchas veces nos ahogamos: quedamos bloqueados por nuestras emociones y prejuicios aparentes que causan conflictos y modifican nuestra conducta en sentido opuesto al correcto. Desde luego es algo que no se esperaría de un teósofo. Quizás en la percepción de lo que nos mueve olvidamos muchas veces aplicar el entendimiento de la gran Ley que nos une a todos, porque estamos gobernados por ciertas convenciones e ideas que residen en lo más profundo de nuestra psique.
Las emociones
Somos tan perfectamente imperfectos que no debería haber ningún problema en perder nuestra compostura, en mostrar las emociones o en dejar que la otra persona sepa que hay una diferencia de opinión, que puede incluso irritarnos, si somos conscientes de lo que mora dentro de nosotros y hemos sondeado profundamente sobre cuál podría ser nuestra motivación. Si estamos en comunión con nuestro entorno con una actitud abierta y armoniosa, después de entender el conflicto que hay entre Buddhi-Manas y Kama-Manas, funcionaremos en todos los reinos desde los niveles más densos a los más sutiles. Es como hollar el Sendero, pero ese Sendero no lo recorremos con facilidad, porque es largo y muy tortuoso.
¿Palabras fuertes?
Mostrarse ingenuo en un diálogo o en un debate, enseñar las cartas, defender decididamente una opinión, todo eso es algo que suele interpretarse mal. Sin embargo, parece que quienes se hacen oír y defienden acaloradamente su opinión son a menudo más transparentes que los que no lo hacen. Yendo un paso más allá, el psicólogo Dr. Richard Stephens, que dirigió una investigación especial en la universidad Keele de New Castle, Inglaterra, concluyó que la gente que presenta unos argumentos más contundentes y utiliza blasfemias es más honesta y se expresa mejor. Se comunican con muchísima eficacia y probablemente incrementan su fuerza física.* En cualquier caso, tal vez deberíamos darnos cuenta de que hablar de forma directa no debería considerarse automáticamente como algo agresivo o poco amistoso, sino más bien como una oportunidad única de comunicarse y abrirse a la otra persona. También, y obviamente, digan lo que digan los científicos ingleses, la blasfemia no debería propagarse nunca porque las palabras, igual que los pensamientos, no son cosas abstractas sino concretas, y por esto hay que ser prudentes.
Las tonterías
He confesado antes, en esta misma editorial, que no siempre he logrado ser fraternal, tolerante y amable, pero bueno, nadie es perfecto. Por poner un ejemplo: durante años me era difícil, por no decir imposible, “gestionar correctamente” las absolutas tonterías que algunos especímenes sueltos (que se tienen por teósofos) publican en sitios de Internet como Facebook y Twitter. Para mí “gestionar correctamente” quiere decir ignorar del todo la basura que estas personas exponen. Reaccionaba con un gran enfado y escribía largos artículos defendiendo a la ST, y desmenuzando esas “tonterías”.
Lo lamento, pero era más bien antipático y me despachaba a gusto. Sin embargo, ya hace tiempo que he dejado de prestar atención a esos correos. Internet es todo un reto, sobre todo para los que dedicamos sinceramente nuestro tiempo y talento a esta organización que funciona como un faro de luz en nuestro mundo turbulento. A través de los correos electrónicos, internet y los medios de comunicación, las noticias viajan rápido, y nos tenemos que acostumbrar a que la misma rapidez actúa con la información errónea, o noticias falsas, si queréis, y los “trolls” expertos en internet. La basura publicada por unos pocos puede hacernos enfadar, pero siempre es mejor eliminar los enlaces y las direcciones web respectivos, para que desaparezca la causa de nuestro enfado ¡así de claro y simple!.
Los desafíos
Internet es un desafío, igual que lo es nuestro trabajo Teosófico. Sobre todo en este campo se nos pone a prueba una y otra vez y es necesario aplicar un enfoque cuidadoso. ¿Cuán agradables y simpáticos podemos llegar a ser cuando trabajamos con otros en nuestra rama, en nuestro consejo de redacción, durante un seminario o en algún otro acontecimiento? Está claro que nos vamos a encontrar con obstáculos, con diferencias de opiniones y cosas por el estilo. Tratamos diariamente con todo lo que llamamos nuestros “aspectos humanos”, y cuesta mucho vencerlos. Estas características típicas suelen hacer pelearse a la gente. Quizás nos ayude el desarrollo de la concienciación de que la Fraternidad es un hecho en la Naturaleza. En nuestro trabajo Teosófico nos encontraremos con complicaciones, igual que en nuestro trabajo normal, pero vale la pena esforzarse por tratar de superar los obstáculos, intentarlo una y otra vez aunque al principio no parezca tarea fácil. Dejar de trabajar para la Teosofía por diferencias personales relacionadas con el ego que no han sido resueltas no debería ser nunca una opción.
Nuestros compañeros de trabajo Teosóficos no se cruzan en nuestro camino porque sí. Están ahí simplemente y nuestra tarea fraternal consiste en elevarnos siempre por encima de lo que nos gusta y nos disgusta a nivel personal, en ser humildes y compasivos, pero al mismo tiempo estar abiertos, ser honestos y transparentes, construyendo un mundo mejor, recorriendo el sendero de la Paz, la Justicia y la Cooperación.
* https://theconversation.com/think-swearing-isnt-big-or-clever-think-again-71043
Link to English version:
http://www.theosophyforward.com/articles/the-society/2094-editorial-how-nice-can-you-be