Gustav Mahler (1860-1911)

[del libro “HPB: La Extraordinaria Vida e Influencia de Helena Blavatsky, Fundadora del Movimiento Teosófico Moderno”, de Sylvia Cranston y Carey Williams, asistente de investigación, 3ª edición revisada (Santa Barbara, California: Path Publishing House, 1999; c. 1993), pp. 495-6.]


Gustav Mahler

Hasta su muerte en 1911, Mahler recibió poca atención como compositor. Fue como director de orquesta que adquirió su renombre en Europa y más tarde en América. Sus sinfonías y otras composiciones eran avanzadas para su tiempo y fueron recibidas con perplejidad, más que con aclamación. Él ya predijo, “Mi momento llegará,” y así ha sido. Ahora se le considera un gran maestro.

En 1895, Mahler comenzó su tercera sinfonía. Aunque sus sinfonías más tempranas son de carácter trágico y revelan una amarga desilusión con la vida, la tercera se tituló “El Gozoso Conocimiento” y, según Deryck Cook, una autoridad sobre Mahler, mostraba “un optimismo recién descubierto, o mejor dicho, una especie de revelación mística de la validez y el objetivo de la existencia.”

¿Cuál era este conocimiento alegre? En una biografía del compositor, Richard Specht, amigo íntimo de Mahler, registra una conversación que tuvo con él en Hamburgo en 1895. Según Specht, Mahler dijo con gran convicción: “Todos regresamos; es esta certeza lo que da sentido a la vida y carece de la más mínima importancia el que, en una próxima encarnación, recordemos la vida anterior o no. Lo que cuenta no es el individuo y su comodidad, sino la gran aspiración a la perfección y la pureza que persiste en cada encarnación.” Podría decirse que la tercera sinfonía representa la reencarnación de la vida a través de los reinos, hasta llegar al hombre y más allá.

Cook cita una carta en la cual Mahler declara que deseaba expresar en su obra un desarrollo evolutivo de la naturaleza, que oculta “dentro de sí todo lo que es espantoso, grande y también maravilloso.” Nos dice que el compositor añadió: “Por supuesto, nadie lo entiende, y me parece siempre muy extraño que cuando la gente habla de  “la naturaleza”, se refiera solamente a las flores, los pajaritos y los perfumes campestres. Nadie conoce al dios Dioniso, el gran Pan. ¡Mirad! Ahora tenéis una especie de programa - es decir, una muestra de mi manera de hacer música. ¡En todas partes y siempre, sólo se oye la voz de la naturaleza!”

El primer gran movimiento, dice Cook, representa a “la naturaleza en su totalidad... despertando del silencio insondable que puede tocar y resonar.” Los movimientos siguientes retratan las etapas de la ascensión en la reencarnación, desde el reino vegetal y animal hasta el reino humano, volviendo a la Fuente Divina omnisciente y omnipotente.”

Fue a través de otro defensor de la reencarnación, el distinguido director Dr. Bruno Walter -  protegido y amigo íntimo de Mahler - que yo descubrí la creencia del compositor en el renacimiento. Esta convicción, me dijeron, fue creciendo, gracias a la asociación con algunos Teósofos que conoció en el año 1890. El doctor Walter tuvo la amabilidad de indicarme el libro Gustav Mahler, donde aparecía la conversación entre Mahler y Richard Specht.

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