H.P.B. Mensajero de luz

Ianthe Hoskins – Inglaterra


La autora y Colin Price

Poco se puede añadir a las conferencias conmemorativas, artículos biográficos y tributos literarios que han contribuido a honrar el Centenario de la muerte de Helena Petrovna Blavatsky, Co-Fundadora de La Sociedad Teosófica. Pero si no queremos que la ocasión pase a la corriente de la historia Teosófica sin tener ningún  efecto en el presente, hemos de liberar de la evaluación del pasado el dinamismo latente de su tema central – una vida terminada y un trabajo iniciado.

Un trabajo iniciado que ha de continuar, tal como tenían en mente uno tras otro todos sus amigos y compañeros de los últimos años, mientras escribían sus tributos personales a la maestra cuya presencia física había desaparecido de su lado.

Nuestro deber está claro. Debemos continuar el trabajo que H.P.B tan noblemente comenzó.

El trabajo al que entregó su vida es ahora el nuestro  y debemos continuarlo. Son hechos y no palabras lo que hará florecer su vida y dar fruto en sus discípulos. Nos encargó velar por que no se rompiera la cadena  y transmitir a otros la ayuda que ella tan libremente nos dio. Levantémonos y actuemos, Hermanos, porque el tiempo es corto, la tarea  enorme, y el monumento más noble hacia nuestra Maestra será el crecimiento y la expansión de la luz que ella aportó al mundo.

Cuando en 1887 H.P.B. creó su segunda revista, eligió para ella un nombre que anunciaba la naturaleza de su mensaje - Lucifer, el portador de la Luz. Disipar la oscuridad de la ignorancia y la superstición, la sombra del autoritarismo ciego y del materialismo aún más ciego -  esa era su misión, el trabajo para el que la enviaron.

Si reflexionamos sobre nuestra responsabilidad de continuar ese trabajo, deberíamos tener presente al menos dos consideraciones. En primer lugar, debemos recordar que ella enseñaba lo que sabía - por experiencia directa, a través de un riguroso entrenamiento y por el desarrollo de poderes que, como afirmó repetidamente, están presentes en estado latente en todo ser humano. La mera adquisición de información no es el requisito adecuado para continuar sus enseñanzas; tenemos que asimilar las verdades eternas que ella articuló y aceptar la disciplina necesaria para ese desarrollo interno, de modo que también nosotros, a su debido tiempo, podamos enseñar por experiencia las verdades presentadas en los libros que ella nos dejó.

La segunda consideración es la necesidad de ser constantemente conscientes del peligro sobre el cual nos advirtió explícitamente en el último capítulo de “La Clave de la Teosofía”: cada tentativa previa para llevar a cabo una tarea similar a la de La Sociedad Teosófica ha fracasado porque “ha degenerado en una secta, ha establecido unos propios dogmas  fijos y ha perdido, por consiguiente, esa vitalidad que sólo la verdad viva puede impartir.”

Cómo podemos impedir que los postigos de un credo dogmático nos oculten la luz que ella aportó? Quizás encontremos la respuesta en las palabras de uno de sus discípulos:

“La verdad nunca puede morir; pero en nosotros debe asentarse la más grande de todas las responsabilidades, el esfuerzo de moldear nuestro carácter y nuestra vida para poder transmitir así la verdad a los demás.”
[Editorial del Secretario General, Sociedad Teosófica de Inglaterra (Adyar), en la edición Conmemorativa del Diario Teosófico, Londres, Mayo/Junio 1991.]

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http://www.theosophyforward.com/articles/theosophy/1572-h-p-b-messenger-of-light