Radha Burnier—India
Aquellos que son realmente serios caminando por la senda espiritual deben sembrar la semilla de altruismo en sí mismos al principio del viaje, y fomentarla con gran cuidado y valentía. En el famoso duodécimo capítulo del Bhagavadgitā, se dice que el camino al Supremo está en el refrenamiento y dominación de los sentidos, ““en cuanto a todas las cosas por igual, y estar absorto en el bienestar de todos””. Esta enseñanza enlaza el considerarlo a todo igualmente con entrega hacia el bien de todos. Esta entrega implica altruismo, sacrificio y auto-olvido.
Miembros de la Sociedad Teosófica, idealistas, filántropos y gente dispuesta al servicio en general pueden creer que sus relaciones están basadas en el principio de igualdad. Intelectualmente podrían estar completamente convencidos de la necesidad de tratar a todas las gentes con respeto. Pero realmente, en lo profundo de la mente subconsciente de todo el mundo, excepto en las mentes iluminadas, las mentiras ocultan la suposición de desigualdad.
De ahí que puede ser sabio profundizar y cuestionar si realmente experimentamos un sentido de igualdad con toda la gente, independientemente de las diferencias en logros, carácter y entendimiento. Porque nosotros nos suscribimos a la hermandad universal o realizamos actos de servicio con un sentido de justicia, ¿podemos tomar como concedido que experimentamos la igualdad, incluso como las mentes iluminadas lo hacen?A nivel superficial, bastantes personas pueden ser desinteresadas y universalmente conscientes, pero a nivel subconsciente es mucho más difícil liberarse de los impedimentos psicológicos en el camino espiritual, porque hemos heredado del pasado ciertas nociones fuertes, las cuales fueron útiles en su tiempo pero son impedimentos en la etapa humana.
La desigualdad es construida en ciertos niveles de la manifestación porque el curso de la evolución continuamente causa la diferenciación. El principio primordial de la unidad se hace cada vez más y más velado. La similaridad es despiadadamente reducida mientras la individualidad se desarrolla. Por lo tanto, las criaturas más desarrolladas como perros, elefantes y primates, muestran elevadas características individuales.
Pero desafortunadamente, la diferenciación se convierte en la razón para la creencia en la separación en la mente humana. Esto es Maya. Esta es la base para el sentimiento subconsciente de desigualdad sellado dentro de la mente humana, hasta que el ser humano empiece a reflexionar profundamente. Entonces se da cuenta que la experiencia de separación es ilusión; tanto como lo es la asociada desigualdad que le pareció tan verdadera.
El tigre y el león se caracterizan por la fuerza que poseen, mientras ciervos y corderos tipifican la mansedumbre. No pueden ser lo mismo, ni tampoco pueden otras criaturas, ya que tienen sus propias cualidades. En la etapa pre-humana la supervivencia dependió de notar estas diferencias, sabiendo qué criatura es más fuerte o más inteligente, y siendo consciente de los peligros planteados por el entorno. Como este hecho está profundamente inculcado en el inconsciente o subconsciente profundo en los cerebros que han heredado los seres humanos, la sensación de desigualdad es persistente.
Mentalmente, la buena gente puede ver que hay una preciosa calidad dentro de cada ser viviente. Esta percepción es sentida como una sensibilidad por la santidad de la vida. Incluso entonces, escondido de la observación inmediata, la ilusión de desigualdad sigue actuando como un veneno en nuestra conciencia, impidiendo a la mente ser simple y clara, sin juicios ni evaluación de lo que es mejor o peor. El sentido verdadero de la igualdad es experimentado sólo por aquellos que están completamente libres de ninguna tendencia de reaccionar o juzgar.
De hecho, las diferencias no indican superioridad o inferioridad. ¿Hay una verdadera base para imaginarse que el oro es mejor que la arcilla? Es la mente humana, que ha adquirido durante años el hábito de la evaluación, la que imagina que el oro es mejor que la arcilla. Al considerarlo, podemos ver fácilmente que el oro es mejor sólo para ciertos propósitos, mientras que la arcilla es superior en otras formas. ¿Entonces podemos parar la reacción en forma de juicios, los cuales conducen a la clasificación y medición de todas las cosas usando una escala compuesta por lo que personalmente nos gusta o nos disgusta?
Todas las motivaciones tienen su origen en el sentido del ego, tanto como la suposición de desigualdad se hace más fuerte en la mente cuando se hace cada vez más consciente de las distinciones. Un aspirante espiritual bien intencionado puede, a través de una paciente observación y un proceso de negación, liberarse de muchos deseos y objetivos del centro del ego, el “mí”. Por la constante utilización de la facultad del discernimiento (viveka), se hace claro que muchos de nuestros deseos y actividades no son de ninguna consecuencia en absoluto.
Un deseo innato de felicidad hace a la gente perseguir posesiones materiales, o importancia, poder, fama y otras satisfacciones efímeras. Durante un largo período de repetidas desilusiones y sufrimientos, la mente de una persona se da cuenta de la verdad que ninguna de esas cosas asegura la felicidad, ni nada de lo esencialmente valioso, como seguridad o paz. La llamada lucha por la vida, que causa mala salud, frustración y muchos otros problemas, es el subproducto de objetivos ilusorios seguidos por la desilusión; sólo el viveka vence las aspiraciones egoístas de la mente ignorante.
Pero tenemos que notar que aun cuando la búsqueda mundana del placer, las posesiones o el poder son abandonados, allí todavía permanece el sentido del ego, el sentimiento que ““yo existo”” rodeado por innumerables ““no-existo””, lo cual es como un gran peso que uno carga sobre sí mismo. El sentido del ego crece al desarrollarse la individualidad, y todas las motivaciones, tanto buenas como malas, son expresiones del sentido del ”yo”. Es fácil en una cierta etapa de nuestro viaje evolutivo ser generoso, pero la generosidad a menudo es mancillada, porque la mente es consciente de su propia virtud. ¿Cómo podemos liberarnos de esta postura básica que aparece en muchos disfraces: ““soy el hacedor; he conseguido tal y tal beneficio para otros; soy el conocedor y estoy seguro de que mi conocimiento le servirá a otros. ““Detrás de tal sentimiento de ser esto, aquello o lo otro, hay motivaciones generadas por el ”yo”.
La libertad es un estado en el cual no hay ningún condicionamiento (incluyendo suposiciones escondidas o vāsanās*) y ninguna motivación proyectada por la conciencia “del “yo”“. Compasión y amor no son motivaciones, sino la naturaleza divina manifestándose.
*Vāsanā es otro término para samskāra, “tendencia latente, predisposición”.
(de “Desde la Atalaya”, The Theosophist, febrero de 2006)