Nuestro Mundo

Dolores Gago – Uruguay

Cuando oímos las noticias que cubren la variedad de acontecimientos que tienen lugar en las diferentes partes del mundo, parece que el momento actual es muy difícil, sobre todo para las generaciones más jóvenes que, sin  discusión, serán los responsables, un día, de las actividades mundiales. ¿Significa esto que en el pasado las cosas eran más fáciles, y de ser así, por qué? 

Aún considerando algunos hechos que podrían ayudar a dar una respuesta aceptable, hemos de preguntarnos si realmente vemos que las situaciones que conducen inevitablemente al estado actual no ayudan a ver claramente la causa del problema.

De ningún modo queremos dar la impresión de que aquellos de nosotros que hemos recorrido ya la mitad o más de nuestra peregrinación individual somos capaces de ver la situación claramente, ya que la solución no depende de la edad. El objetivo de estos pensamientos es compartir algunas ideas que puedan ayudar a ver el asunto desde otra perspectiva.

A lo largo de los siglos, la humanidad ha mostrado ciertas aspiraciones. La más común es la de encontrar un estado de ánimo de felicidad perdurable, es decir, una posesión intangible alcanzada por el esfuerzo personal y no algo que se pueda adquirir en ninguna tienda especial. En esa búsqueda, la humanidad ha desarrollado la capacidad de hacer frente a las situaciones en distintos períodos de tiempo, una experiencia que podríamos denominar la peregrinación inevitable de toda alma humana. Solamente en la etapa humana se dota, a la forma que llamamos el cuerpo humano, de un elemento especial, que es la mente.

En los otros reinos de la Naturaleza, parece que las entidades vivas expresan su existencia siguiendo una dirección establecida, una especie de conocimiento instintivo que les dicta qué deben hacer y cómo hacerlo. Pero al nivel del reino humano, esto no ocurre. Es verdad que  los seres humanos recién encarnados parecen capaces de hacer ciertas acciones que podrían ayudarles a cuidarse, pero todo esto lo hacen de forma muy primitiva.

Se supone que el elemento de la mente ayuda a los individuos a conocer su lugar en la Naturaleza, a elegir lo que es mejor para ellos y los demás, y a desarrollar las capacidades que finalmente les permitan saber quienes son y cual es el objetivo de su vida. Cuando está correctamente dirigida, la mente puede ayudarnos a encontrar respuestas a muchos enigmas de la vida y a guiar nuestros pasos hasta un objetivo final. Sin embargo, cuando creemos que, por el mero derecho de elegir -una capacidad que emana de la mente -, tenemos el derecho absoluto de seguir hasta el fin, el mismo elemento puede llegar a ser un instrumento de destrucción.

Es en este punto donde empiezan muchos  problemas humanos. La mente nos hace creer que somos una entidad totalmente separada del resto del mundo. El sentido de  la “yoidad” comienza a moverse de aquí para allá y su deseo de dominación no tiene límites, creando aspiraciones que no están  de acuerdo ni con nuestras capacidades, ni con nuestra verdadera esencia. Como la mente es un elemento intangible, podríamos decir que es aconsejable reconocer que, esencialmente, un ser humano es una entidad espiritual, visible como es, pero misterioso de muchas maneras que no llegamos a entender del todo.  

El mundo que conocemos nos muestra que existen unas Leyes de la Naturaleza que se siguen sin que nosotros lo sepamos; el sol sale y se pone; no podemos escapar al poder de estas Leyes.

La sabiduría de los Siglos, actualmente conocida como Teosofía, sugiere que los seres humanos viven su vida según sus decisiones y que éstas delinean el mundo en que vivimos. También nos dice que el objetivo puede ser el de beneficiarnos – el de formar parte del objetivo de vida humana como se nos dice en A los Pies del Maestro: “Dios tiene un plan que es la Evolución.” 

Como entidades espirituales, parece que la peregrinación humana tiene como fin extraer las características superiores de ser humano, que no están tanto en el nivel de olvidar o explotar a otros seres sensibles, sino en el nivel intangible de la ética y la moralidad, por lo que habría que tener en cuenta las aspiraciones correctas. Tiene que ver con una decisión sincera de abandonar los niveles más ordinarios del ser y evolucionar hacia el tipo de acciones, sentimientos y pensamientos que contribuyan a hacer un mundo mejor. La envidia, el odio, un sentido de separación basado en diferencias que pueden ser de raza, color, credo o sexo, así como un sentido de superioridad fundamentado en una base muy inestable, son  elementos que crean perturbaciones en el plan de la evolución.

En su libro, La ética para un Nuevo Milenio, Su Santidad el Dalai Lama declara que actualmente existe un “abandono de nuestra dimensión interior.” Mientras no reconozcamos nuestra esencia espiritual, nunca estaremos en posición de mostrar nuestra humanidad que, aunque intangible, puede acercarnos más a una felicidad perdurable. El respeto y el amor por todos los seres sensibles y tener siempre presente que es un error, y hasta una deshonra, descender otra vez al nivel del deseo burdo, todo esto son pensamientos útiles que debemos considerar en nuestra peregrinación diaria.

En nuestra búsqueda de la felicidad, tenemos ideas confusas en cuanto a los medios para alcanzar ese objetivo. Un objeto especial, una posición social alta o la riqueza pueden darnos felicidad, pero no será la clase de felicidad que busca nuestra verdadera esencia como ser humano. Los valores morales, considerados como parte integrante de la condición de humanidad, todavía prevalecen como  señales de una peregrinación segura; no los abandonemos. En lugar de eso, convirtámonos en colaboradores fiables del Gran Plan, palpando así la verdadera felicidad. Para clarificar la expresión "valores morales", volvemos al Dalai Lama, que escribe en el mismo libro “No podemos evitar la necesidad de amor y compasión. El amor por los demás y el respeto por sus derechos y dignidad, independientemente de quienes sean o de lo que sean, es cuanto necesitamos. Mientras  practiquemos todo esto en nuestra vida cotidiana, mientras tengamos compasión por los demás y nos comportemos con un sentido de la responsabilidad, no hay duda alguna de que seremos felices.”

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http://www.theosophyforward.com/theosophy/511-our-world.html