Jan Nicolaas Kind – Brasil
Pensamiento uno: Mascarilla
Llevo mascarilla y la uso no para protegerme a mí, sino para proteger a los demás. Me siento libre porque ahora puedo leer o releer todos aquellos libros maravillosos que apenas había ojeado por falta de tiempo. Está claro que tengo libertad, porque he concluido que la pandemia es el cambio climático en una olla a presión.
Libre porque he podido adentrarme en mi interior, en el entorno tranquilo de mi cuarto de meditación y en el jardín, tratando de conectar con toda la bondad que todavía nos rodea en este planeta. Realmente libre, porque en vez de ir a mi restaurante vegano preferido, ahora experimento con distintas recetas deliciosas yo mismo, y no sabía que los platos me saldrían tan bien.
Libre, porque en este momento de mi vida inexplicablemente me veo forzado a mirar de otra manera a mi alrededor, y a reconocer que la única salida implica que hemos de trabajar intensamente para formar ese Núcleo de Fraternidad Universal con el fin de servir a este planeta y sus habitantes de una forma realmente “sostenible”.
Libre soy porque me distancio del alud de noticias perturbadoras y a menudo deprimentes de la TV o de la radio y, en su lugar, escucho la “Sinfonía de la Resurrección”, de Gustav Mahler” o “Nuestra Casa” de Graham Nash”; ¡nunca me había percatado de que mi equipo de música era tan bueno! Soy libre porque me permito sentarme al piano para cosquillear sus teclas, recuperando una antigua rutina demasiado olvidada.
Sí, soy libre y me siento realmente liberado cuando veo a los individuos siniestros que ocupan un edificio del gobierno, vestidos con uniformes semi militares con esvásticas y con armas semiautomáticas, chillando y exigiendo recuperar su vida y su “libertad”. ¿La reinvención de la SA de Ernst Röhm? Verdaderamente libre y liberado, porque entiendo que los “que exigen” simplemente no comprenden que ya SON LIBRES, pero quieren volver a entrar en sus cuevas oscuras con gimnasios sudorosos, casinos ruidosos y barras llenas de humo, bebiendo sus cervezas o cócteles favoritos, sin ponerse la mascarilla y siguiendo con esa interminable carrera de ratas.
Como cualquier persona, también deseo volver a ese restaurante favorito, visitar a mis buenos amigos, hacer una fiesta, pasear por la playa y abrazar a las personas que quiero, pero eso tendrá que esperar.
No son nada libres millones de personas de todo el mundo, que están sin trabajo por el Covid 19. La pérdida del trabajo muchas veces equivale a la pérdida de un ser querido. Hay muchas maneras prácticas de apoyar a esa gente. Sin ponerme sentimental, diría que estamos todos juntos en esto, así que ¡mirad si podéis echar una mano a alguien en algún sitio!
Soy libre porque cada día, cuando sale el sol, hablo con un árbol de mangos gigantesco. No hay razón por la que deba distanciarme socialmente de este habitante majestuoso de mi jardín. Sobre todo ahora, con tantas tonterías que nos salen al paso, con esas temibles ruedas de prensa, mentiras, noticias falsas, hechos tergiversados, miedos, inseguridad social y estúpidas y engañosas malinterpretaciones presentadas por unos pocos que no tienen ni idea, hablar con mi viejo amigo, el árbol, es “curativo”. Al árbol le abrazo, le aprieto y le beso; me produce una muy buena sensación hacerlo. Todos deberíais probarlo; ¡buscad un árbol con el que poder hablar!
Así que, de momento, soy libre, llevo mascarilla sólo para proteger a los demás, no a mí mismo, mientras estudio las interminables oportunidades del desafío que tengo ante mí, sabiendo que hay Una sola Vida.
Observando la batalla actual entre la Luz y la oscuridad, los intentos desesperados de los que llamamos líderes por tratar de dividir a la humanidad, proclamando falsamente que se trata de “nosotros” contra “ellos”, quise recordar las palabras de Anne Frank que, en sus momentos más oscuros y privada de toda su libertad, escribió en ese diario impresionante:
“Mantengo mis ideales porque, a pesar de todo, sigo creyendo que la gente, en el fondo, es realmente buena”.
Anne fue mucho más que simplemente una chica extraordinaria, y si hubiera vivido, ahora, en el año 2020, tendría 91 años. Durante los dos años que ella y su familia estuvieron escondidos de los nazis en Amsterdam, a través de los escritos de su diario, mostró unas visiones muy profundas, mostró sabiduría, si lo queréis llamar así. Sin embargo, vivir en un desván de Amsterdam con su familia y otras personas, separada de su querido gato Moortje, fue una tragedia terrible para Anne. No sólo los niños, sino también los adultos de todo el mundo, para poder entender lo que significa realmente la libertad, deberían leer su diario. Si Anne se hubiera tenido que enfrentar a nuestra actual pandemia de Covid 19 y con la confusión y división aparente causada por esta enfermedad, podría haber dicho (en su diario):
“El mejor remedio para los que tienen miedo, se sienten solos o infelices, es salir fuera, a un lugar donde puedan estar solos, solos con el cielo, la naturaleza y Dios. Porque solamente entonces se puede sentir que todo es como debería ser y que Dios quiere que la gente sea feliz en medio de la belleza y la simplicidad de la naturaleza. Mientras esto exista, y debería existir siempre, sé que habrá consuelo para todas las penas, independientemente de las circunstancias. Creo firmemente que la naturaleza puede ofrecer consuelo a todos los que sufren”.
Pensamiento dos: Libertad de expresión
Los medios sociales, las célebres plataformas como Twitter, Facebook e Instagram, ofrecen la posibilidad de expresar opiniones, ciertos puntos de vista, acertados o no, y nos bombardean con “noticias” cada día. Por esto necesitamos ser extremadamente selectivos para poder separar lo sensato de lo insensato. Muchos de los escritos en los medios de comunicación provocan divisiones o confusión, las mentiras evidentes se presentan como verdades y todo eso ocurre bajo el lema de la Libertad de Expresión.
Especialmente ahora, durante esta terrible pandemia, leemos lo que se escribe y nos vemos dolorosamente forzados a tomar partido inútilmente, y los que toman parte activa en el escenario político quieren ganar puntos a toda costa insistiendo en que todos nos vamos a hundir si la economía no se reactiva pronto. Intentan dejar claro que, aunque sea preciso gestionar lo del virus, es mucho más importante activar la economía a toda costa. Y aquí casi nos vemos obligados a escoger entre las dos cosas.
Todo esto ha conducido a una confrontación entre la ciencia por una parte y la omnipotente maquinaria económica con sus mercados bursátiles por la otra. Independientemente de lo que pueda pasar en los meses venideros, se necesita una constante precaución, así como la aceptación plena de la crisis actual, y como teósofos sabemos que la ciencia será siempre nuestra mejor aliada.
Los dirigentes, con sus relaciones con las gigantescas y poderosas multi nacionales e industrias, hacen muchos esfuerzos por asegurarnos que todo irá bien: volved al trabajo y si es preciso, tomad medicamentos, aunque esa medicina en particular tal vez no sea adecuada e incluso peligrosa. Afirmaciones falsas, mentiras, insinuaciones e intereses personales convierten a algunos dirigentes en compañeros no fiables para combatir la crisis del Covid 19. Verdaderamente dicen lo que quieren, sea verdad o no, eso no importa, y la idea de la Libertad de Expresión queda, de esta manera, muy mal parada.
Los políticos, desde Presidentes, Primeros ministros, sus portavoces, hasta los representantes del pueblo y los senadores, en su mayoría dicen la verdad tal como ellos desean verla o como quieren interpretarla. De hecho, se esconden detrás de la idea de la Libertad de Expresión, porque les permite seguir hablando, aunque lo que digan esté muy alejado de la verdad, o simplemente sea falso.
La libertad de expresión no es una licencia para el maltrato, sino que está subordinada a una responsabilidad sagrada.
Para quienes proclaman, niegan, insultan, mienten o desacreditan bajo la bandera de la Libertad de Expresión, algo muy visible actualmente en todas partes, quiero hacer esta observación: no puede haber libertad (de expresión) si no hay ninguna disposición de ser responsable. Si la idea consiste en poder decir todo lo que queramos, sin responsabilizarnos de ello, estaremos entrando en una especie de zona oscura infernal. Y a la inversa, expresar opiniones con el objetivo de hacer el bien y cuando las intenciones son puras, y lo que se dice es verdad, es el camino que todas las mujeres y hombres deberían seguir. Las palabras son pensamientos con sonido.
Nuestro discurso proporciona un marco maravilloso para lo que pensamos. La Sabiduría Perenne nos enseña que los pensamientos no son abstractos, sino concretos, y originan fuertes vibraciones en nuestro plano. Las palabras, por lo tanto, tienen esa misma característica, y producen un impacto definido, influyendo en nuestro comportamiento. Nos pueden inspirar, pero también nos pueden desviar mucho. En el siglo pasado vimos cómo algunos demagogos podían hipnotizar a grandes multitudes, especialmente cuando invocaban la ira e insatisfacciones pasadas. Como ocurre tantas veces, ¡la historia se repite! Las palabras tienen energía y poder, y la capacidad de ayudar, curar, amar, pero también de entorpecer, herir, perjudicar y humillar.
La libertad de expresión o nuestra libertad de hablar libremente, siempre está sujeta a unas leyes superiores a las que están escritas en los libros legales. Si no vivimos de acuerdo con esas leyes “eternas” y las ignoramos, diciendo falsedades basadas en un egoísmo extravagante, si cedemos a la avaricia y la vanidad y escuchamos las palabras vacías de los que llamamos líderes, como mencioné en el Pensamiento Uno, habrá una disonancia masiva y dolorosa; no estaremos sintonizados con el universo, y el resultado será la destrucción de nuestro medio ambiente, los conflictos, enfermedades y hambre sin precedentes.
Tenemos que discernir bien y, mediante alternativas bien pensadas, prepararnos para el período posterior a esta pandemia. Viktor Frankel (psiquiatra austríaco y sobreviviente del Holocausto 1905-1997) escribió:
“Se le puede quitar todo a un hombre excepto una cosa: la última de todas las libertades humanas: La capacidad de elegir nuestra actitud en unas circunstancias dadas, la capacidad de elegir nuestro propio camino”.
Me parece que si tenemos la libertad de elegir, tenemos la libertad de cambiar. Cambiarnos a nosotros, pero también a nuestro entorno, al conjunto dado de circunstancias en las que nos encontramos. Si hay algo que podemos aprender de esta pandemia es el hecho de que no podemos volver al mundo que teníamos antes del brote. A través de la pandemia, la madre naturaleza nos está desafiando, enseñándonos una lección difícil, y no tenemos más remedio que tomar…¡ la opción correcta!
Los teósofos son librepensadores en la búsqueda de la Verdad y saben que la energía de las palabras importa mucho. Las palabras engañosas han creado por lo visto una dimensión surrealista en la cual muchos se pierden.
La Libertad de Expresión necesita, pues, reevaluarse cuidadosamente.
En el libro A los Pies del Maestro (Alcyone-J. Krishnamurti), con toda su simplicidad sublime, encontramos la instrucción siguiente:
“Nunca desees sobresalir o parecer inteligente; no tengas deseos de hablar. Está bien hablar poco; mejor todavía no decir nada, a menos de estar completamente seguro de que lo que quieres decir es verdadero, bondadoso y útil. Antes de hablar piensa con cuidado si lo que vas a decir tiene esas tres cualidades; si no las tiene, no lo digas”.