Paul Zwollo - Países Bajos
Paul Zwollo
Sobre la entrada del Templo de Delfos en la antigua Grecia, estaba escrito lo siguiente: “Hombre conócete a ti mismo”. En el interior estaban inscritas las siguientes palabras, “Y conociéndote a ti mismo, conocerás el mundo”. Conocerse a uno mismo es lo primero. Conocer el mundo es secundario. ¿Acaso la tendencia actual no es todo lo contrario? La educación y la ciencia tienen como objetivo principal conocer el mundo exterior hasta el más mínimo detalle.
Se gastan en ello grandes sumas de dinero y las naciones, los grupos y los individuos compiten entre sí. Un antiguo versículo de un cuento de hadas parece indicar lo mismo: “¿Espejito, espejito de la pared, quién es la más bella, la más rica y la más inteligente de todas nosotras?” De esta manera, se establece la competencia como la clave del progreso. Y el progreso significa solamente unos coches más grandes, más lujos, y más vacaciones cada año, etc.
Cierto, no podemos ignorar el mundo y dirigir la vista hacia nuestro interior con la esperanza de realizarnos, mientras permanecemos indiferentes al sufrimiento de la humanidad. Nuestra reencarnación en este mundo es un hecho. No podemos ignorar nuestra responsabilidad.
Nuestras relaciones con los que nos rodean: familia, compañeros, amigos, deben armonizarse. Si no tenemos éxito en esto, es dudoso que lo tengamos en el conocimiento de nosotros mismos. No hay mutación interior posible sin la suficiente preparación externa. Y todo aquel que quiera ser serio debería cambiar su vida cotidiana de forma considerable. Hoy en día no es difícil ser vegetariano, incluso en Occidente.
Los Cinco Preceptos del Señor Buda para sus discípulos seglares siguen vigentes: no matar, robar o mentir, relaciones correctas, y abstención de drogas intoxicantes. Estas condiciones para conocerse a uno mismo no han cambiado desde que Buda enseñaba en Aryavarta. No cambiarán nunca ya que están integradas con las Grandes Leyes que gobiernan el universo y dirigen la evolución de la humanidad.
Debemos prestar atención tanto al mundo exterior como al mundo interior; descubrir y recorrer el camino del medio entre esos dos. HPB ya nos dio el consejo de evitar los extremos, y, sobre todo, de usar nuestro sentido común. Empecemos a ser un centro de paz y armonía en nuestro entorno inmediato, recordando siempre mirar en nuestro interior. Descubrir el corazón de nuestro ser es la mayor aventura que podemos emprender. El Reino del Cielo está en nuestro interior, dice la Biblia.
Nuestro cuerpo físico es el templo del Dios vivo, la chispa divina. Liberarse significa restablecer la relación desde tiempo atrás desgajada y volver a ser uno.
La parábola del hijo pródigo volviendo a la casa del padre significa ese viaje de retorno en el que todos participamos como parte del Ciclo de la Necesidad (La Segunda Proposición Fundamental - DS). Una vez que formamos parte de la Gran oleada de Vida y estamos sujetos al Plan Divino, no podemos dejar de seguir su curso, inconscientemente al principio, pero cooperando cada vez más conscientemente con lo que nos está reservado.
Sin embargo nuestra libertad no se ve afectada, ni tampoco interfiere con nuestra singularidad. Al contrario, el crecimiento espiritual sólo puede realzar nuestras propias únicas características. Ser colaboradores con la Naturaleza y el Plan Divino de la Evolución sólo es posible si lo hacemos acorde con nosotros, con dedicación y entusiasmo. Las semillas de la liberación están ocultas en cada uno de nosotros, en nuestros principios superiores.
Han estado inactivas durante millones de años, hasta el momento en que llamamos a la puerta y preguntamos a nuestro ser más íntimo.
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallareis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá”. (Mat. 7:8)
La intensidad de la pregunta está en consonancia con la necesidad de la respuesta. Entonces ¿qué es lo que impide a la gente seguir y hollar el Camino de Santidad? Las Cartas de los Maestros afirman que con el mero estudio de las Enseñanzas Esotéricas se atrae la atención de los Seres Superiores. Sin embargo, nuestra tentativa no ha de quedarse a medio camino. El Sr. Sinnett, que estaba poco dispuesto a cambiar su vida, fue reprendido:
“¿Por qué la duda y la horrible sospecha parecen acosar a todo aspirante a Chela? Amigo, en las Logias Masónicas de antaño, el neófito era sometido a una serie de espantosas pruebas sobre su constancia, coraje y serenidad. La regla es inflexible, y nadie se escapa. La enseñanza oculta no produce ningún efecto en la mente poco receptiva”.
“En el hombre están ambos, el tentador y el regulador. Lo que nos destruye está dentro de nosotros, no fuera. En verdad se ha dicho: 'Lo que contamina a una persona no es lo que entra en su boca sino lo que sale de ella”. (Mat. 15: 11)
La auto-observación, la meditación, la completa atención y la conciencia plena, las han venido practicando los yoguis y videntes desde tiempo inmemorial. ¿Practicamos todo esto nosotros? ¿Existe suficiente tapas o austeridad en nuestra vida? Se supone que todos hemos cruzado lo que se llama 'el mar de la vida', samsara. Su inmensidad y sus olas salvajes simbolizan nuestros numerosos deseos y pasiones. Sólo la vigilancia eterna servirá para calmar el oleaje y ayudarnos en la travesía.
Nuestro viaje en el Ciclo de la Necesidad abarca numerosas encarnaciones. A partir de una perfección inerte en un principio, vamos involucrándonos progresivamente en la materia, nos hacemos conscientemente imperfectos, sólo para evolucionar y llegar a ser conscientemente perfectos al final. El verdadero yoga nos integra con la totalidad de la vida. Mientras no experimentemos esa totalidad, el sentimiento de no ser completos persistirá. Podríamos rendirnos a la Gran Ley de la Rectitud de la cual habló HPB, y convertirnos en un canal de la Fuerza Divina, un rayo de la cual somos cada uno de nosotros. Robert Browning escribió:
“Existe un centro muy interno en todos nosotros, en donde la verdad mora en plenitud. Ese centro no conoce ni el día ni la noche, nunca duerme sino que siempre está despierto. Simplemente es”.
A menudo se ha dicho que el sendero hacia el Adeptado transcurre solamente a través del autoconocimiento. Esta enorme tarea es crucial y no se puede evitar. En la búsqueda de la respuesta correcta a la pregunta “¿Quién Soy yo?” el conocimiento detallista no es apropiado. Tampoco lo son las ayudas externas. Debemos conocernos a nosotros mismos. La pregunta no exige ninguna respuesta fácil salvo una consagración de toda la vida al descubrimiento del yo.
[El artículo fue publicado anteriormente en The Theosophist, a.1999, v120, mayo p793]
Link to English version:
http://www.theosophyforward.com/articles/theosophy/1776-who-am-i