Serie Nuestra Unidad – Cien Buddhas

Patrizia Calvi – Italia

“Si desde el Vestíbulo de la Sabiduría pretendes pasar al Valle de Bienaventuranza, cierra por completo tus sentidos, discípulo, a la grande y espantable herejía de separatividad que te aparta de los demás.” (La Voz de Silencio, v. 37).

Las divisiones que existen en el seno del movimiento Teosófico son un hecho que está, indudablemente, en conflicto con el principio de la fraternidad universal sin distinciones. Estas divisiones perturban nuestra conciencia e implican una cierta sensación de fracaso al poner a prueba ese principio en nuestra vida.

Dicen que cuando Gautama Buddha entraba en una sala llena de gente, no veía cien personas, sino cien Buddhas. Y en latín se dice: Omnia munda mundis, “Para el puro, todas las cosas son puras.”

 

La unidad, pues, nos atañe a cada uno de nosotros. Creo que, con un mínimo de sentido común y de espíritu de fraternidad, hay mucho más para compartir que lo que pueda obstruir la unidad verdadera del objetivo que distingue a todos los que han comprendido el aprendizaje sagrado de la sabiduría antigua.

La buena disposición para transmitir una enseñanza tan preciosa, la necesidad urgente de testimoniarla, el deseo de cohesión y la fuerza que nos aporta todo ello, son el resultado del hecho de ser conscientes de lo que hemos recibido. El reto consiste en ponernos a nosotros mismos a  prueba, para verificar nuestros sentimientos y nuestra pasión por la unidad en nuestra vida cotidiana. Podríamos comenzar con los que tienen más semejanzas con nosotros.

Una buena oportunidad para poner a prueba el espíritu de fraternidad la tenemos en las conferencias anuales de ITC, que reúnen a personas procedentes de distintos movimientos Teosóficos que buscan una plataforma común con los mismos objetivos y con nuevos fines.

En 2014 se celebró una en Naarden y tuve ocasión de participar. Llegué con muchas preguntas y temores, pero también con la buena disposición de hacer todo lo posible por demostrar, ante todo a mí misma, que la verdadera unidad no es una remota utopía.

La imagen simbólica que me quedó en el corazón de aquellos días de entusiasmo y de puesta en común, - de una buena disposición para seguir juntos y para descubrir la manera que tienen otros de vivir y entender la Teosofía-, es la de muchas personas, cada una con su globo en las manos: globos de distintos colores, que indicaban distintos enfoques, pero todos con la misma y única forma, representando la sabiduría antigua, que es una para todos, el espíritu fraternal que nos invadió a todos, y la ligereza de nuestras almas, que únicamente esperan aligerarse un poco del peso del materialismo.

A medida que iban pasando los días de aquel importante encuentro, yo sentía el placer de haber descubierto nuevos amigos, y me di cuenta de que el gozo de estar juntos ponía en movimiento nuestras mejores energías. En un momento determinado, ocurrió algo: fue como si todos hubiéramos juntado las manos para aplaudir, soltando el globo que cada uno sosteníamos tan apretado. Fue una escena realmente fascinante: vimos cómo los globos volaban hacia lo alto, acariciados por  las hojas de los árboles y mecidos por la brisa, en unos espacios de expresión libre, y eso fue posible únicamente porque fuimos capaces de ir más allá de nuestros esquemas y modelos, más allá de nuestra experiencia personal de ser hasta llegar al mismo Ser.

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