Boris de Zirkoff – EE. UU
Tomo XVI
Núm. 4 (82) - primavera 1960
[Fotografía original de la portada: el Dr. Henry Travers Edge, 1867-1946]
Hay un tema relacionado con el mundo de hoy que debería tener una importancia primordial para el estudiante de Teosofía. Debería debatirse extensamente en las reuniones teosóficas así como en las publicaciones de las revistas teosóficas. Por alguna razón u otra, sin embargo, raramente se habla de él y, cuando se hace, recibe escasa atención, mientras que en algunos lugares se ignora de forma evidente, y si es posible, se silencia.
El tema está relacionado con el desagradable hecho de que la era de los fantásticos logros científicos en el ámbito material, del enorme crecimiento del bienestar económico en algunos países, y del “nivel de vida” más alto jamás conocido, para usar una expresión popular, coincide con la mayor debacle de las normas éticas, con el egoísmo más enraizado y con la corrupción más generalizada de un extremo a otro del planeta. ¿Cómo se explica esto?
Por supuesto, no es posible hallar una explicación fácil, pero hay otros hechos colaterales en esta situación determinada que pueden ayudar a explicarla.
En primer lugar, hemos permitido que las preocupaciones puramente materiales dominen nuestra mente, excluyendo prácticamente todo lo demás. Dudamos de que esto se pueda atribuir a los investigadores responsables de asombrosos descubrimientos; esos hombres son a menudo individuos de una naturaleza muy poco mundana, que no buscan ni el poder personal ni el reconocimiento y que, lamentablemente, son inconscientes a veces del posible mal uso de sus descubrimientos. Pero de los descubrimientos científicos se obtienen beneficios y se adquiere poder con su explotación. Mientras esto sea así, millones de personas se aprovecharán de los resultados del conocimiento científico y pondrán los logros científicos al nivel de la satisfacción personal y de una codicia desmedida.
Lo que hemos dado en llamar “un nivel alto” de vida se refiere casi exclusivamente a las cosas materiales. Su multiplicación infinita ha terminado por tener un efecto hipnótico sobre la mente humana, especialmente en Occidente, una mente totalmente incapaz de pensar en términos de ideas abstractas y que es inconsciente de las implicaciones que tiene todo ello. ¿Dónde encontramos hombres y mujeres que incluyan en el “nivel alto” de su vida aspectos como, por ejemplo, la honestidad, la humildad, la firmeza, el sacrificio, el autocontrol, la simpatía hacia los demás, la acción compasiva, la integridad y algunas otras cualidades de alma y mente que forman parte integrante de la verdadera madurez del hombre o la mujer?
Luego nos encontramos con el hecho de que la posición de la gente y de las naciones y su valor se juzgan por su poder, por su magnitud externa y por la capacidad de imponer sus propias ideas – por malas que sean - sobre otros, con una cierta violencia o como mínimo con contundencia, independientemente de las consecuencias obvias. La comprensión mutua, el perdón de los errores, la flexibilidad en los aspectos menores para conseguir una importante victoria moral – todo ello representa unas zonas sin explorar para la mayor parte de la gente y parecen completamente inexistentes en lo que respecta a la relación mutua entre naciones.
Lo siguiente en la lista, pero no lo siguiente en importancia, es la condición general de las personas a las que eso que llamamos educación les ha enseñado que la seguridad en uno mismo es uno de los objetivos principales de la vida, y que sólo aquellos que pueden mostrar su fuerza personal para lograr sus deseos son dignos de consideración. La vida cotidiana es una autoafirmación desbocada de deseos egoístas de poder, y de artilugios astutos para burlar a los demás y eliminarles si es posible.
Parece que solamente aflora la parte más rica del ser humano, y éste empieza a manifestar las cualidades más refinadas de su naturaleza interior, cuando ocurre algún desastre que requiere una ayuda masiva a las víctimas, ya sea en la guerra, en un terremoto o una inundación. La deducción de este hecho es evidente: cuanta más seguridad tiene un ser humano, más bienes materiales posee, y cuánto más lejos se halle, en pensamiento y en experiencia directa, del sufrimiento humano, más egoísta se vuelve; existen excepciones a esta regla, pero no son significativas por su escasez.
Ninguna civilización, en el verdadero sentido de la palabra, se puede conseguir sólo por medio de descubrimientos científicos o por medio de ajustes políticos y económicos, o con un juego de política del poder o con la insana ilusión de una “seguridad” completa e infalible de todos los hombres contra los estragos de la enfermedad, de la vejez o de los accidentes. En todo esto puede haber inherentes algunas buenas ideas, secundarias al tema central principal, pero nada más que eso. Y el tema central es la construcción de una base ética sobre la cual se debe levantar la superestructura de una comunidad mundial de las personas. Y esto no puede conseguirse salvo con un cambio gradual y básico de la mente y del corazón humanos, con su reorientación desde la dirección del “deseo” hacia la dirección del “servicio”. Sólo entonces podrán los logros de la ciencia pasar a ser de uso permanente para el mayor número de hombres. En su forma actual, constituyen un gran riesgo para la supervivencia de las personas y una causa constante de mal trato.
Hablar de desarme mundial parece magnífico, pero resulta completamente irreal en un mundo donde millones de personas están dispuestas a pelearse, a veces con sus propios vecinos, ante la más leve provocación, y poseen armas con ese objetivo, “por si acaso”. Hablar de democracia en un mundo donde la mayor parte de las personas se dedica a imponer su propio ego sobre el de los demás significa engañar a la gente con una serie de meras consignas. Y hacer creer a la gente que su bienestar consiste en asegurarse el mayor número de objetos materiales, mientras la mitad de la población mundial vive en la más abyecta miseria, en la más extrema ignorancia e infame suciedad, significa construir un futuro de enorme decepción, en el que finalmente se clarifiquen los verdaderos problemas.
Tenemos la sensación de que estos temas de reflexión que hemos mencionado deberían recibir una atención mucho mayor entre los estudiantes de Teosofía de la que se les ha prestado hasta ahora, y que su discusión debería estar iluminada por la luz de las enseñanzas teosóficas, especialmente las del karma, la reencarnación, los ciclos y la interrelación del mundo espiritual y material en la evolución del hombre.
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http://www.theosophyforward.com/articles/theosophy/1702-an-important-subject