Una Sabiduría Viva

De un estudiante

[La revista Vidya http://www.theosophysb.org/site/publications.html, editada por los miembros de la United Lodge of Theosophists de Santa Barbara, EE. UU, publicó el artículo siguiente en su número del verano de 2012; aquí ligeramente revisado.]

¿Cuál podría ser la distinción entre una doctrina y un dogma?

Cuando pensamos en el dogma, normalmente, pensamos en una creencia. En la religión organizada, el requisito institucional consiste en aceptar mentalmente un dogma en particular o un conjunto de dogmas. Uno está obligado de decir “Creo en esto. Lo acepto.” Sin embargo, esta afirmación puede ser, a veces, la receta de una especie de esquizofrenia espiritual. Cuando comenzamos a aceptar cosas sin estudiarlas detenidamente y sin comprobarlas por nosotros mismos, entonces realmente no sabemos en qué creemos. La teosofía adopta una postura honesta en este aspecto. No hay espacio para la creencia ciega. Se le presentan las doctrinas al investigador o al estudiante para que las considere, piense sobre ellas y hasta quizás las revise, sin obligación alguna de creer en ellas diciendo, “Esto es así” ni de aceptar nada mentalmente.

La idea de la Teosofía contrasta fuertemente con las aseveraciones del dogma. El dogma conlleva una rigidez y el sentimiento de estar atrapados en un conjunto de ideas o creencias. La Teosofía es esa sabiduría abstracta y absoluta; es el conocimiento adquirido por seres que habían perfeccionado sus vestiduras y habían transmitido ese conocimiento. Distinguir entre la forma y lo sin-forma, entre la nada y lo manifestado - es algo fundamental en el pensamiento Teosófico. De este modo se puede impedir que nuestra mente inferior tienda a agarrarse a algo hasta el punto de hacernos abandonar la responsabilidad de ser un manasa putra, un pensador divino. El hecho de analizar y sintetizar las ideas de forma que tengan sentido para nosotros, y luego poner a prueba esas ideas en la práctica, lo cual nos ayudará a conocernos mejor, es un enfoque auténtico y vital.

El dogma y la creencia ciega nos hacen apegarnos a ciertos modos de pensar establecidos. El hecho de pensar que nosotros tenemos razón y que, por eso,  los demás se equivocan, es un ejemplo de la intolerancia que puede venir de ese apego. H. P. Blavatsky se esforzó por explicar cómo la intolerancia y el fanatismo pueden oscurecer la luz de las enseñanzas antiguas, que fueron conservadas y transmitidas hasta nosotros por la fraternidad de los adeptos. El pensar sobre la idea de la Teosofía y sobre el lema del Movimiento Teosófico, “No hay religión más elevada que la verdad,” - disuelve los apegos y las obsesiones por las ideas anquilosadas y no vivas. La ignorancia es la raíz de la intolerancia. Los estudiantes de Teosofía son tan vulnerables a esta limitación como cualquier otro. Por ejemplo, al no comprender totalmente las doctrinas del karma y la reencarnación, o incluso las doctrinas más arcanas, como las de los globos,  rondas y  razas, uno podría caer en el dogmatismo respecto a esas mismas ideas.

La teosofía no insiste en que seamos los únicos que tienen la verdad, o en que tengamos la verdad absoluta. La verdad absoluta nunca puede ser expresada con palabras o con ninguna teoría, aunque sea una teoría Teosófica. Si algo se puede expresar con palabras, no será la verdad absoluta. Ya sean las Tres Proposiciones Fundamentales de La Doctrina Secreta o cualquiera de los principios básicos de la Teosofía, estamos constantemente en busca de la Verdad. No podemos descansar. En ese sentido no hay ningún dogma. En el caso de algunas ideas que nosotros mismos podamos haber rechazado antes, tal vez con el tiempo nos demos cuenta de que había algo de verdad en ellas. Comprender una teoría determinada puede ayudarnos a resolver ciertos problemas o dudas, pero no va a ayudarnos a resolver todas las dudas o problemas que nos surjan. Tal como Buda ilustró en su parábola de la barca, se trata de un vehículo que nos ayuda a cruzar una determinada parte del agua. Pero en algún punto, igual que con la barca, tendremos que dejar atrás aquella visión determinada y seguir adelante.

Los maestros nos señalan siempre el camino. No nos dicen: “Creed esto. Esto es verdad y si yo lo sé, tú también debes creerlo.” En realidad, tú no lo sabes. Tienes que averiguar si es verdad, tal como nos enseñó Buda. Tienes que descubrirlo por ti mismo. Para ellos es una verdad vivida. En los versos iniciales de la tercera parte de La Voz del Silencio, se dice, “El Maestro sólo puede señalar el camino. El Camino es el mismo para todos; los medios para alcanzar la meta deben variar según los Peregrinos".

Resulta  interesante que H.P.B diga que ella respeta a los ateos - no sólo a los agnósticos, sino a los ateos. Nadie queda excluido. En ese sentido, no hay dogmas en la Teosofía. Se podría creer que si somos teósofos, tenemos que creer en la reencarnación. Pero ¿realmente sabéis si es verdad? No se puede forzar a los demás diciendo: “Esta es la única verdad” y “Voy a convertirte” (si puedo). No existe la "conversión" en Teosofía. Todo el aprendizaje verdadero puede ser solamente el redescubrimiento de lo que en realidad ya sabemos internamente.

La teosofía afirma que hay un conocimiento, una sabiduría viva.

Este conocimiento nos lo han presentado porque ha sido cribado, como dice H.P.B,  como el oro de las montañas. Las mentes inquietas y los corazones atentos han estudiado, han aprendido y han vivido esas ideas una y otra vez durante siglos. H.P.B. dice, de alguna manera, que si estudiamos  estas enseñanzas y reflexionamos un tiempo sobre ellas, podrían despertar algo en nosotros también. La esencia de la Teosofía no es "el aprendizaje mental".

Es algo que uno vive.

Link to English version:
http://www.theosophyforward.com/articles/theosophy/1495-a-living-wisdom