Una visita a Adyar

Clarisa Elósegui Navarro – España

Durante algunos días he visitado Adyar, la sede central de la Sociedad Teosófica en Chennai, India.
Como seguramente ya sabéis este centro ocupa una amplia extensión de terreno cubierto casi completamente por una exuberante y tropical vegetación. En Diciembre, este es su invierno, no bajan de 28-30º centígrados y en los meses más calurosos pueden sobrepasar incluso los 50º. Ahora pueden verse indios con la cabeza y orejas tapadas con prendas de lana.

Tuve oportunidad de pasear largamente por las sendas que se reparten por tan vasto terreno. Más tarde, cuando día a día se fueron incorporando los participantes en la Convención Anual,  pude también ser observadora atenta, dentro de mis posibilidades. A esta atención contribuyó el que, al no hablar inglés, trabajasen más mis ojos y oídos.

En el pasado he oído comentarios de muchos visitantes al “campus”. Casi siempre son comentarios muy favorables en cuanto a la Naturaleza y a la presunta atmósfera espiritual del espacio. Esto hace que se obvien otros aspectos del “campus” que son de carácter práctico.

En el “campus” viven familias. Son trabajadores dentro de las múltiples tareas que hay en un territorio tan grande, y les mantienen ocupados a lo largo del año, tanto si hay, o, no hay, actividades extraordinarias, como las Convenciones, las Escuelas de Sabiduría, etc. También se suceden temporalmente algunos voluntarios occidentales, que suelen pasar meses e incluso, en algunos casos años residiendo allí y aportando su trabajo cada uno según sus capacidades. Todas estas personas, los indios y los foráneos, tienen los mismos pensamientos  y sentimientos que en cualquier otro lugar del mundo. El amor, la alegría, la generosidad, etc. son los mismos en todas partes, pero, también son iguales la ambición, el miedo, etc. Y, allí, durante los 130 y pico de años transcurridos desde que se compró el terreno y se estableció la Sede de la ST se ha generado una “atmósfera vibracional” que es la suma de todos los pensamientos, emociones, sentimientos, acciones y palabras de cuantos han vivido allí e incluso de los que han pasado solamente algún corto tiempo. Todos dejamos nuestra impronta por donde pasamos, aunque no nos demos cuenta de ello y, por supuesto, tenemos responsabilidad kármica por la naturaleza de ella.

Es notorio que cuanto más influenciable es la gente, a nivel emocional, devocional o psíquico, en proporciones y grados variables, más dicen “notar la atmósfera espiritual del “campus”. Ciertamente hay una atmósfera espiritual que es la suma de todas las actividades de elevado carácter que se han realizado allí a lo largo de los años.  Como cada tipo de vibración permanece en su propio nivel, la naturaleza espiritual permanece en el suyo de muy superior vibración. A menos que sea transmutada –y para ello se requiere el trabajo oculto de seres altamente desarrollados-, la naturaleza de la vibración producida por otro tipo de pensamientos, sentimientos, acciones y palabras de otro carácter más inferior, permanece en los niveles correspondientes del plano astral. Normalmente los visitantes bien intencionados no contactan con estos subplanos inferiores.

Podemos dar gracias que en la Naturaleza todo funciona sujeto a las Leyes y podemos dar gracias que Ellas  estén ahí, sencillamente, operando constantemente. Ello nos preserva “de lo que no es nuestro”. Así, se puede estar en el “campus” y cada uno “encontrará” en él lo que más le conviene. Ahora bien, todo estudiante serio de Teosofía debe desembarazarse de todo “engañoso sentimiento” de que aquí hay una atmósfera que le puede “preservar” “ayudar” o “iluminar”, etc. más allá de lo que él mismo se haya hecho “merecedor”. Entiéndase bien “nadie cosecha si primero no siembra”. En Adyar como en todas  partes prevalece la Ley. Estamos “en baño María” de la Vida Una, estemos donde estemos, aquí, ahí fuera en medio del “caos aparente” de la gran ciudad, en un desierto, un bosque o un prostíbulo. En unos lugares la atmósfera astral es mucho más densa que en otros, pero la atmósfera espiritual de los planos superiores permanece “intocada” y sólo depende de nosotros que en “cualquier lugar” donde la Vida nos lleve, encontremos nuestro Adyar, nuestro “Shangri-la”, nuestro Shambhala, elevando nuestra vibración hasta aquel elevado estado... y... por supuesto… también esto puede ser en Adyar.