Ananya Sri Ram Rajan – EE.UU
Me puso algo pequeño del tamaño de una avellana en la palma de la mano, y era redondo como una bola. Lo miré con mi intelecto y pensé, '¿Qué puede ser esto?' Y apareció la respuesta, 'Es todo lo que está hecho'. Me maravilló que pudiera durar, pues pensé que podía haber desaparecido, de tan pequeño que era. Y me vino la respuesta a la mente, 'Dura y durará siempre porque Dios lo ama'. Y todas las cosas han existido por el amor de Dios.
De: Revelaciones del Amor Divino
Julian de Norwich
Tenemos poca información concreta de la vida de Julian de Norwich. Leemos que nació alrededor de 1342 y murió poco después de 1416. A los treinta años, cayó gravemente enferma y pensaban que iba a morir. Fue en esa época cuando tuvo dieciséis visiones, el 8 de mayo de 1373, que originaron la publicación de “Revelaciones del Amor Divino”. Se cree que “Revelaciones del Amor Divino” fue el primer libro de la Edad media escrito en inglés y, además, por una mujer. Sus recuerdos de las visiones (conocido como el “texto breve”) y sus meditaciones sobre lo que se le había mostrado (escrito veinte años más tarde y conocido como “el texto largo”) han sido una gran fuente de consuelo para muchos. Si miramos la cubierta del largo texto de su libro vemos que se la conocía como “La madre Julian, una anacoreta de Norwich que vivió en tiempos del rey Eduardo III”.
Existen indicios de que Julian era una monja benedictina de la Abadía de Carrow, pero no se sabe a ciencia cierta. Sin embargo, sí fue una anacoreta de St. Julian Church en Norwich, y probablemente de ahí procede su nombre. Para las personas no familiarizadas con el término, una anacoreta era una mujer que se encerraba en una celda cerca de una iglesia para poder contemplar a Dios y crear una relación con Él. Julian tenía tres pequeñas concesiones, una para recibir la comunión, otra para recibir la comida y deshacerse de sus desechos, y otra para dar consejo a las gentes.
El verdadero nombre de Julian es desconocido ya que nos ha dado poca información sobre sí misma. Lo que conocemos de ella está basado en los registros de donaciones y legados que le dejaron. Fue una anacoreta popular tal vez porque regularmente aconsejaba a personas de todos los ámbitos de la vida. Y eso sucedía a pesar de las restricciones del momento, según el Ancrene Wisse (manual de instrucciones para anacoretas) en cuanto a la frecuencia con que una anacoreta se reunía con la gente. La anacoreta debía ocupar su tiempo recluida contemplando a Dios y olvidando el mundo cotidiano. Sin embargo, muchas no lo hicieron.